Día celebración: 18 de Mayo.
San Félix de Cantalicio, fue un humilde monje capuchino que durante cuarenta años pidió limosnas para su convento, volviéndose una de las más queridas figuras de la Ciudad Eterna
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San Félix de Cantalicio fue el primero y uno de los más hermosos frutos de santidad que a la Orden seráfica dio la rama capuchina; rama nueva del tronco franciscano, que alcanzó su independencia en el año 1525, siguiendo las huellas del bienaventurado Mateo de Bascio, y cuyas Constituciones fueron aprobadas por Clemente VIII en 1528 y más tarde por Urbano VIII en 1638.
Nació Félix el año 1515 en Cantalicio, pueblo de los antiguos Estados Pontificios, situado al pie del Apenino, en los límites de la Sabina y de la Umbría. Se llamó su padre Santos y Santa su madre, nombres de tal modo predestinados, que justificaban la dignidad de su vida. No obstante, Félix, su tercer hijo, fue «santo» con mayor propiedad, puesto que manifestó desde su tierna infancia tales muestras de predestinación, que sus compañeros le llamaban corrientemente el «santo».
Sus padres, que eran pobres y labradores de profesión, le emplearon desde muy temprano en guardar los rebaños. Esta vida rimaba muy bien con la disposición meditabunda del niño; poco inclinado a las conversaciones ociosas y con el corazón siempre inclinado hacia el cielo, tomó la costumbre de conversar con Dios por medio de la oración.
Buscaba preferentemente los lugares solitarios y allí con frecuencia repetía el Padrenuestro, el Avemaría y otras sencillas oraciones que le habían enseñado; y , cuando los demás pastores se entregaban al sueño, arrodillado él ante un árbol, en cuya corteza había grabado una cruz, meditaba la Pasión de Cristo. Pronto sintió el anhelo de juntar a esta fervorosa meditación el ayuno y la disciplina, ejercicio este último que repetía cada tarde antes de entregarse al descanso...