Día celebración: 11 de Mayo.
"En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, «la clase media de la santidad»” (GE 7). Con estas palabras del papa Francisco, en su exhortación llamando a todos a la santidad, comenzamos esta breve presentación de San Ignacio de Láconi, del que dice uno de sus biógrafos: “la historia de fray Ignacio había sido de lo más normal. Incluso los milagros, tan abundantemente testificados en los procesos canónicos, eran algo que se daba casi por supuesto, ordinario, como una manifestación natural de una existencia más angélica que humana”.
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Nace nuestro santo en Láconi, un pueblecito de los alrededores de Cagliari, en la isla de Cerdeña, en 1701, en una familia numerosa de campesinos, en la que, con sus nueve hermanos, recibió una profunda vida cristiana y en la que, como los demás, sería campesino, porque no iba a ser distinto con él en una región aislada y no abierta a las novedades. De los tres nombres que le impusieron en el bautismo, Francisco Ignacio Vicente, el tercero fue por que le conocieron hasta su entrada en la Orden Capuchina. Dedicado al cuidado del rebaño familiar y de las demás tareas campesinas, nunca fue a la escuela ni aprendió a leer y escribir, aunque al final de su vida, dice un biógrafo, lleva sobre sus hombres “una alforja de sabiduría”. Destacó, en cambio, ya desde su infancia por su comportamiento que llamaba la atención de sus vecinos.
En 1721 llama, acompañado de su padre, a las puertas del convento capuchino, pero, ante su aspecto débil, no fue admitido, teniendo que recurrir a un personaje influyente para conseguir la admisión. Al comenzar el noviciado le impusieron el nombre de fray Ignacio de Láconi, con el que fue conocido en adelante. En 1722 emite la primera profesión y comienza su vida consagrada...