Día celebración: 12 de Mayo.
“La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia. La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo”.
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Con estas palabras del papa Francisco estamos sintetizando y resumiendo la vida de un hombre, pequeño de estatura (no pasó del 1,35 de alto), pero de un corazón inmenso capaz de albergar y acoger a todos los que se acercaban a él. Y ese hombre fue Adeodato Juan Mandic Zarevic, como se llamó por nacimiento, aunque es conocido por el nombre de Leopoldo de Castelnuovo que recibió al ingresar en el noviciado de los Hermanos Menores Capuchinos.
Nació nuestro santo en Herceg-Novi o Castelnuovo, en la actual Croacia. Era el último de una familia más que numerosa y, como señalada alguien, quizá por eso le pusieron el nombre de Bogdan o Adeoato (“Dado por Dios”). En su familia, profundamente católica y perteneciente a una clase acomodada, aunque, por razones políticas, perdió todo, aprendió Leopoldo, por una parte, a vivir y crecer en la fe y, por otra, a experimentar lo que suponía la necesidad y la pobreza, aprendiendo así a comprender y acoger a los que más tarde se acercarán a él.
En 1884 comienza el año de noviciado en la Provincia de Venecia, recibiendo el nombre con el que será conocido en adelante: fray Leopoldo de Castelnuovo. Culmina los estudios filosóficos y teológicos y en 1890 recibe la ordenación sacerdotal. Inmediatamente pidió a sus superiores ser enviado a su tierra natal para llevar adelante su deseo más hondo: trabajar por la unidad de los cristianos. Sin embargo, por su débil salud y por un defecto en la pronunciación, no lo consideraron apto y rechazaron su petición. Él, en lugar de rebelarse, se recogió en el silencio de la obediencia, en el misterio de la oración por la unidad de los cristianos y en la penumbra del confesionario. En 1936 escribirá: “Pondré todos mis esfuerzos en buscar por doquier, ayudado siempre por la gracia de Dios, el cumplir esta mi doble misión: ante todo la salvación de mi pueblo y también el cuidado espiritual de los fieles, por medio del sacramento de la penitencia”...
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